Hanna navegando por la Web
Hace muchas lunas había una muchacha llamada Hanna. Hanna se pasaba horas y horas delante de su pequeño ordenador. Esa luz destelleante era adictiva.
La rutina diaria era siempre la misma, Hanna delante de su ordenador y su padre diciéndole que saliera a la calle y que hiciera amigos. Hanna le decía que sí, pero todos sabemos lo que pasaba al final.
Un día Hanna se sentó delante de su ordenador, nada le parecía extraño, era lo que hacía todas las tardes, aunque ese día tenía un escalofrío en el cuerpo que no solía tener y, de repente, apareció una luz en el ordenador como si el mismo sol estuviera dentro y, repentinamente ¡a Hanna la absorbió el ordenador!
Un poco aturdida vio la palabra Google. La letra G se movió y le dijo que la cogiera de la mano. Ella le hizo caso. G le mostró cosas maravillosas, jugaron a un videojuego en el que iban en gatos voladores. Cuando Hanna creía que podía volver se movió la letra L y le dijo que la cogiera de la mano, Hanna, un poco confundida, le hizo caso. La letra L le mostró a unos niños jugando a la pelota. La letra L le dijo:
– Està bien que navegues por internet porque es muy divertido pero tienes que salir porque hay personas y un mundo más allá de tu escritorio.
De golpe y porrazo, que fueron los que dio Hanna, se despertó en el suelo. Salió de su cuarto, cogió una pelota y salió a la calle. Su padre se quedó de piedra.