Corría el año 1983, parecía que estaba ya todo inventado, el cola cao, las bicicletas, la fotografía…

Leonard Kleinrock era un señor mayor, de aproximadamente 60 años, que había decido pasar un fin de semana en el campo. Era muy rápido de mente, había dedicado su vida a estudiar e inventar diferentes artilugios sin mucho éxito.

Tenía unos días libres y le habían hablado genial de un pueblo muy pequeñito pegado al Parque Nacional de Cabañeros, rodeado de montañas, con una fauna muy rica, jabalíes, conejos, corzo…, da la casualidad que yo vivo en ese pequeño pueblo.

Era una tarde soleada pero fresquita, así que decidí salir a dar un paseo con mi hermano Alberto y con otros amigos. No sabíamos que hacer y decidimos ir al “Morro del Águila”, como muchas tardes. En esta montaña podemos encontrar muchos fósiles marinos.

Después de 2 kilómetros, llegamos un poco cansados, paramos en una piedra enorme a beber un trago de agua y allí, donde nunca hay nadie, donde solo se escucha el ruido de los pájaros, había un señor embobado mirando los fósiles que hay en las piedras desde hace miles y miles de años,

El primero en hablarle a Leonard, fui yo, no sabía muy bien que decirle, pero …en seguida le pregunté: - Hola, ¿qué estas mirando?
Leonard se asustó, porque no nos esperaba y rápidamente contesto: - ¡esta maravilla que tenéis en vuestro pueblo!
Alberto, que era muy entendido de todo, enseguida empezó a contarle mil batallas, mientras los demás escuchábamos entre risas sus anécdotas, que parecían en parte reales y en parte inventadas.

Leonard se fue a casa con un buen sabor de boca, recordando la estupenda tarde que había pasado con ese grupo de niños, el paisaje y la cantidad de fósiles que había podido ver.

A la mañana siguiente seguía con esas imágenes de esa experiencia en su cabeza, no había hecho fotos, no se le daba bien dibujar, así que empezó a pensar en querer contarle a todos sus amigos y conocidos lo que había vivido, sin embargo, no podía hacerlo no se encontraban allí y temía que para cuando volvieran no recordara todo con tanto detalle.
Cansado de buscar una solución trasteando en su garaje, entre herramientas y aparatos viejos, se preguntó: ¿No podría inventar algo para compartir imágenes, ideas y conocimientos con el resto del mundo?
Dedicó los últimos 20 años de su vida a la investigación y realización de un sistema de comunicaciones. Necesitó la ayuda de mucha gente, pero al final consiguieron que a través de un satélite mandado par la NASA y un ordenador enorme que ocupaba casi todo el garaje de Leonard, llegara información de una parte del mundo a otro.
La primera información que mandó fue la experiencia de nuestros fósiles de hace 20 años. Imágenes, información, videos…. Durante esos años estuvo a punto de dejarlo muchas veces y dase por vencido, pero en esos momentos volvía a nuestro pueblo y allí encontraba algo aún más sorprendente y así reunía las fuerzas para seguir investigando.

Así fue como nació internet y a la vez como mi pueblo fue conocido por muchísima gente.