Una horrible noche en el Amazonas
En las afueras de un pueblo de Andalucía vivían David y Natalia; eran primos, pero en un accidente de coche, los padres de Natalia fallecieron. A ellos les encantaba jugar a muchos videojuegos, a David le gustaba mucho un juego llamado “Murder Mistery”. Este juego iba de siete niños que intentaban resolver un misterioso asesinato; sin embargo, a Nat (que era como le llamaba todo el mundo) los misterios no le gustaban mucho, ella era más de aventuras.
– ¡Chicos, la cena! Gritó la madre de David por las escaleras.
– Venga Nat, vamos a cenar, si no, mamá se va a enfadar…
– ¡AAAGH! ¿Te quieres esperar? Me estoy intentando pasar este maldito nivel, ¡es horriblemente complicado!
Para David, Natalia era una persona muy importante, pero si interrumpías en medio de una partida, se ponía muy borde; es decir siempre era borde, ya que estaba día y noche pegada a su tablet.
– Ah, ¿sí? ¿Quieres terminar la partida? Preguntó David con un tono de interrogación muy raro.
– Sí, ¡pero hay alguien que no me deja terminarla! Le gritó Natalia a su primo.
– Ok, entonces yo también me pondré a jugar. Dijo David burlándose de su prima.
– ¡David, Natalia, vamos a cenar! Dijo ya muy enfadada la madre de David.
– Que ya vamos tía Lorena. Dijo Natalia prestando atención a su tablet.
De pronto, se escuchó como Lorena subía muy enfadada hacia la habitación de David; pero no le dio tiempo a pasar cuando una gran luz salía de los huecos de la puerta, algo muy extraño paso esa noche, la noche del viernes 13 de marzo. Los dos primos habían sido absorbidos por el teléfono de Nat. Estaban en una jungla, donde todos los cantares y rugidos de animales podían escucharse.
– Ughh, te dije que no pulsases el botón. Le dijo David a su prima con cara de pocos amigos.
– Pero es que ponía “pulsa aquí para obtener un viaje gratis al Amazonas”. Dijo ella casi
llorando.
– Y en el Amazonas estamos, ¡pero no podemos salir de aquí! y ¿sabes qué? Vete por otro camino, no quiero estar contigo; es que... aaaagh, si no fuese por tu culpa no estaríamos aquí ¿Por qué le dices “que sí, que ahora vamos”? La enfadaste más. Explicó David antes de darle la espalda a su prima.
– Pero yo no fui la única… Replicó Nat llorando.
En la casa de los Mondy estaba Lorena Mondy tumbada en el suelo por culpa de ese pequeño rayo que le deslumbró la cara. Lorena abrió la puerta, y se asustó mucho más cuando vio que por arte de magia, su hijo y su sobrina habían desaparecido. En el fondo, ella no estaba preocupada, porque al llevarse tan bien, si trabajaban juntos podían salir de cualquier problema; pero hoy, los pensamientos de la señora Mondy se equivocaban, Nat y su primo estaban enfadados. Los dos primos fueron por separado, Nat por la izquierda y David por la derecha; sin embargo, lo que no sabía ellos es que esos caminos llevaban a un solo destino, el templo del pantano. El camino del chico estaba lleno de huellas de pies humanos, así que gracias a sus técnicas del misterio dedujo que estaba huyendo de alguien, alguien que no marcaba casi sus huellas, parecía como si levitase a ratos. El camino de Nat era muy raro, parecía un parkour de rocas que estaban encima del pantano. Al llegar al templo, David vio a su prima, que al principio no le dirigió la palabra, pero tras hablar y hablar, los dos juntos y de la mano decidieron entrar.
En el templo se encontraron al guardián Hoodie, un hombre canoso y muy vejo, con ganas de pelea y venganza. Este se acercó a Nat y le dio una bofetada tan grande que le dejó la marca de su mano en la cara; ella se quedó tirada en el suelo. David, escondido como un cobarde, se instaló una aplicación de armas, que afortunadamente le sirvió para defenderse. De esa aplicación sacó una espada, ¡él no sabía nada de como utilizarla! Pero a veces, la torpeza ayuda, y mucho. Este gran instrumento, sin intención de hacerlo, se clavó en el estómago de Hoodie dejándolo muerto en el suelo.
– Madre mía, sea lo que sea esto, es demasiado falso, ¡es que ni sangre le sale al tío! Dijo riéndose el chico. - ¡Nat!, ¿estás bien?
– Sí, ¿solo me hacía la muerta! jajajajajaja,exclamó Nat.
Los dos juntos y con seguridad, encontraron el objeto que les devolvió a casa sanos y salvo. Habían demostrado que, si se juntaban, todo lo que había por medio, no era obstáculo difícil para ellos.
– Que, ¿y si dejamos los aparatos y vamos a cenar? Dijo sonriendo Nat.
– ¡Ok! Pero solo lo utilizaremos de vez en cuando, nos centraremos en la escuela y en los estudios, y prométeme que nunca más le dirás que sí a un anuncio. Le respondió David.
Esa noche fue inolvidable, pero se quedó solo en un susto, y por lo menos pueden contarlo. Hambrientos bajaron a la cocina a cenar, donde se encontraron a su madre muerta de dolor y pena, ahora con la feliz y hermosa cara que tenía todos los días.